Por Guillermo Paraje
Profesor Escuela de Negocios Universidad Adolfo Ibáñez
Publicado en El Mostrador/ 1 de mayo de 2014
En el ida y vuelta parlamentario que está teniendo la Reforma Tributaria, los impuestos al tabaco quedaron primero postergados en la discusión y, ahora, parecen ser una opción a la posible “caída” de otros impuestos. Es una muy buena idea incluir estos impuestos, incrementándolos sustancialmente, por dos razones.
El impuesto al tabaco puede aumentar la recaudación tributaria y contribuir con recursos genuinos al financiamiento de la Educación. Indudablemente, además, puede ayudar a controlar una epidemia con costos altísimos para el país. Las razones de salud pública son contundentes.
En primer lugar, Chile tiene un serio problema de tabaquismo, ya que posee una de las prevalencias más altas de las Américas. En algunos grupos de población, como en las niñas de entre 13-15 años, tiene la prevalencia más alta del mundo. La evidencia internacional es contundente en mostrar que la forma más efectiva de reducir el consumo de tabaco es vía aumento de precios (que puede lograrse subiendo los impuestos). De hecho, el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco, el cual ha sido ratificado por Chile, establece que los Estados deben utilizar esta herramienta como forma de reducir la epidemia.
El aumento de precios es una forma efectiva, no sólo de reducir el consumo de los fumadores actuales, haciendo que incluso dejen el hábito, sino de impedir que potenciales fumadores comiencen con esa adicción. En el caso de Chile, un grupo de investigadores que lidero ha encontrado que un aumento del 20% en el precio real de los cigarrillos podría hacer que disminuya entre un 3,9% y un 6,6% por año el riesgo que tienen de comenzar a fumar las personas en Chile, entre las edades de 8-38 años. Si se analiza la conducta de los jóvenes entre 8-21 años, dichos porcentajes están entre 5,5% y 6,1% para el total de la población. El riesgo de empezar a fumar para las mujeres de este grupo es un 20,1% superior al de los hombres. Aumentar el precio, entonces, salvaría a miles de personas por año de comenzar un vicio que los llevará a contraer enfermedades graves y morir.
En segundo lugar, la recaudación actual del impuesto no alcanza ni siquiera a cubrir el costo que tiene para el sistema de salud tratar las enfermedades derivadas del uso del tabaco. Las estimaciones más conservadoras que se conocen (un estudio del Minsal) dicen que el costo anual de atender enfermedades del tabaco es de 887 mil millones de pesos (poco más del 9% del presupuesto de Salud). La recaudación anual del impuesto alcanza a unos 853 mil millones de pesos (año 2013). Es decir que con lo que se recauda ni siquiera se cubre el costo directo de la enfermedad. Y este cálculo no considera los costos indirectos (pérdida de productividad, peor calidad de vida, etc.). En los países donde se han estimado (EE.UU., Canadá, etc.), los costos indirectos duplican a los directos. Esto implica que lo que se recauda por el impuesto al tabaco no cubriría ni un tercio de los costos totales asociados al tabaquismo.
Como conclusión de lo anterior, no existe razón alguna para no aumentar fuertemente y de manera inmediata un impuesto que puede ahorrarle recursos al sistema de salud y contribuir a financiar inmediatamente la reforma educativa. Chile tiene hoy uno de los precios más bajos de cigarrillos y la prevalencia de tabaquismo más alta de la OECD. Incrementar estos impuestos ayudaría notoriamente a comenzar a corregir esto.