Treinta periodistas argentinos y chilenos examinaron las oportunidades y desafíos para la investigación periodística y las presiones que se plantean en su ámbito laboral.
28 de agosto 2012, Buenos Aires — Con el fin de analizar la interferencia de la industria tabacalera en el bloqueo de las políticas de salud y el rol de la investigación periodística sobre el tema, periodistas chilenas y argentinas se reunieron en agosto en Buenos Aires en el encuentro “La salud no se negocia. Los medios de comunicación frente al lobby de la industria tabacalera”.
En el panel “El impacto del periodismo de investigación”, 30 periodistas — entre ellos la chilena Bernardita García Jiménez — examinaron las oportunidades y desafíos para la investigación periodística y las presiones que se plantean en su ámbito laboral.
Las presentaciones estuvieron a cargo de los periodistas argentinos Valeria Román (Clarín,) y Nicolás Maldonado (El Día, La Plata,) y García Jiménez, quien trabaja actualmente en un proyecto de medios regionales de El Mercurio. Al principio del año, mientras trabajaba en con periódico digital El Mostrador, García Jiménez publicó el reportaje “El largo brazo del lobby de las tabacaleras”, sobre actividades del de responsabilidad social empresarial (RSE) de BAT Chile.
Los panelistas de Argentina (Dra. Mariela Alderete, FIC), Colombia (Yul Francisco Dorado, Corporate Accountability International) y Brasil (Mónica Andreis, Aliança de Controle do Tabagismo, ACTBr) dieron una mirada regional sobre cómo los mecanismos de la industria actúan sin fronteras. Ambos destacaron el papel de las organizaciones de la sociedad civil en su rol de monitorear la interferencia de la industria tabacalera.
Según Alderete, “la industria tabacalera es el principal obstáculo para disminuir los riesgos a la salud”.
A continuación, el informe de Bernardita García Jiménez, periodista chilena y participante en el evento.
INFORME: Para que en Chile ¡la salud tampoco se negocie!
La FIC Argentina me invitó a Buenos Aires a exponer sobre la interferencia de la industria tabacalera para obstaculizar no sólo las políticas de salud que previenen el tabaquismo, sino también la labor de los periodistas que intentan dar a conocer estos y otros hechos similares.
Soy una periodista recién titulada, tengo 24 años y, sinceramente, mi trayectoria en la prensa no es demasiado larga. ¿Por qué invitarme a mí?, se preguntarán.
Resulta que, un poco por suerte, un poco por las cosas de la vida y un poco porque soy llevada a mis ideas, en febrero 2012, mientras trabajaba en El Mostrador, publiqué un reportaje llamado “El largo brazo del lobby de las tabacaleras”
El artículo hablaba de cómo en Chile, las empresas productoras de tabaco –principalmente British American Tobacco- logran blanquear sus acciones a través de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), los vínculos con la comunidad y las redes de contacto e influencias de su directorio.
Además, retrataba las consecuencias que tiene la falta de una ley reguladora del lobby en el Congreso. El reportaje fue publicado el 9 de febrero de 2012 y, aunque mi editor lo consideró un buen trabajo, nadie llamó al diario al día siguiente, ni puso el grito en el cielo.
Sin embargo, la FIC Argentina lo leyó y me invitó a exponer sobre la experiencia de reportear y escribir del tema. Acepté sin saber del todo en qué me estaba metiendo. Cuando llegué, observé a un hombre y una mujer que discutían acaloradamente. Eran Yul Francisco Dorado, de la Corporate Accountability International, y Mónica Andreis, de la Alianca de Controle de Tabagismo (ACTBr). Ellos dos fueron los primeros en exponer para el encuentro. Y desde la percepción de alguien que sabe poco sobre la lucha contra el tabaquismo –como cualquier periodista promedio-, ambos me sorprendieron.
Cada uno habló del impacto del tabaquismo y de las estrategias de venta de cigarrillos en sus respectivos países. Yul Francisco Dorado, de Colombia, contó que globalmente mueren cinco millones de personas al año por culpa del tabaco. Que la ONU compara estas industrias con las que se dedican a fabricar armas y que muchas veces incentivan a los kioskeros a ofrecer sus productos mediante premios y ofertas. Habló sobre sus sospechas de que en Colombia, donde existe una prohibición total de la publicidad de cigarrillos, las empresas comiencen pronto a ingeniárselas para ocupar los vacíos legales y difundir sus productos igual. En su país ya se está dando el debate sobre si la prohibición de este tipo de publicidad no equivale a un atentado contra la libertad de expresión.
Ante esta última idea, no pude evitar de pronto pensar en Chile. En nuestro país se abrió recientemente un debate similar cuando se propuso que se prohibiera en las producciones chilenas la aparición de un cigarrillo encendido o de alguien fumando. La iniciativa generó controversia. Muchos pensaron “¡¿dónde iremos a parar?!”, “¡¿qué pasará con las series ochenteras que tanto furor han causado durante el último tiempo?!”, “¡esto atenta contra nuestra libertad de expresarnos!”.
Sin embargo, dudo que ellos hayan reparado en el hecho de que fumar no tiene nada que ver con una libre elección. El sólo hecho de que el tabaco contenga sustancias que someten nuestra verdadera voluntad a una dependencia física, no tiene nada que con la libertad de elección. Es importante que tengamos eso en cuenta cuando queramos abrirle el camino a la industria tabacalera para captar la atención de nuevos consumidores.
La presentación de Mónica Andreis también me dio para pensar., ya que habló de las nuevas técnicas que usan las empresas para llamar la atención de los niños. En Brasil, y también en Argentina, se están instalando en tiendas y revisterías pantallas planas que proyectan avisos de cigarrillos. Éstas no están a más de un metro del suelo y rodeadas de dulces y chocolates de todos los sabores y colores. Entre ese montón de productos infantiles, se está promocionando la idea de fumar.
Dra. Mariela Alderete de la FIC Argentina narrar los altibajos que ha tenido que atravesar la legislación argentina en materia de regulación tabacalera para llegar adonde está hoy y también, cuánto camino le queda aún por recorrer.
Después llegó el turno de mis colegas: los periodistas Valeria Román, del diario Clarín, y Nicolás Maldonado, del diario El Día de la ciudad de La Plata. Me llamó la atención escuchar a Valeria hablar sobre cómo ella, siendo periodista del área de salud, se había topado en numerosas ocasiones con las peripecias de las empresas para atraer la mirada de los periodistas hacia los enfoques que a ellas más les convienen. Desde premios y concursos hasta sutiles llamados de atención, un sinfín de tácticas empresariales que en Chile desconozco si se son comunes –lo más probable es que sí- , pero ante las cuales es necesario siempre estar alerta. Es importante tener presente que antes que cualquier otra cosa, somos periodistas, y que nuestras acciones podrían repercutir más tarde en causas mucho mayores que nuestros intereses cotidianos.
Algo que me llamó particularmente la atención fue que, al final del seminario, más de alguno me preguntó si mi reportaje había causado algún tipo de impacto. ¿Si me habían llamado desde los partidos políticos o hasta de la propia empresa BAT? ¿Si alguien se había enojado? ¿Si mi medio de entonces había recibido represalias?
La respuesta para todas esas preguntas es que no. Y luego de darle una vuelta, no pude evitar pensar que la razón para ello es que en Chile, la mayoría de las veces, estamos acostumbrados a que quienes tienen poder, dinero y contactos hagan lo que se le dé la gana. Que manipulen las legislaciones a su antojo, que paguen por una buena reputación, que sean capaces de impedir la libre competencia y, en cambio, se repartan el mercado para unos pocos. Y que también muchas veces son esos mismos poderosos quienes impiden que los medios puedan cumplir efectivamente con su labor de informar de manera imparcial. Parece ser que a veces el periodismo en Chile se olvida de que nuestro verdadero objetivo es informar a la mayoría y no contentar a unos pocos.
Hace unos días, el IX Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, entregado por el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación de Drogas y Alcohol (SENDA), trajo buenas noticias para los chilenos. La cifra de adolescentes entre 8° básico y IV medio bajó, desde 2009 hasta 2011, bajó de un 15,8% a un 8,1%. Es un hecho que hay que celebrar, sin por eso desviar el enfoque en la lucha contra las grandes tabacaleras.
Ojalá las cifras sigan bajando, ojalá no haya más niños que fumen, ojalá los grandes también se animen a dejar el cigarrillo. Pero eso no es lo más importante. La raíz de esta lucha no es sólo erradicar el tabaco, sino más bien erradicar los abusos de poder de las grandes empresas, en todos los rubros, contra los ciudadanos comunes y corrientes. Contra los chilenos que no tienen idea de cuánta nicotina trae un cigarrillo ni qué efecto genera en ellos. Contra quienes, por no pertenecer al quintil de la población más acaudalado, no tienen derecho a escoger.
— Bernardita García Jiménez, periodista chilena